Es el símbolo constitucionalmente reconocido de la nación japonesa y de la unidad de su pueblo. Es la cabeza de la familia imperial japonesa, la familia real del Japón.
El papel del Emperador de Japón oscilaba, hasta mediados del siglo XX, entre un clérigo de alto rango con grandes poderes simbólicos y un auténtico gobernante imperial. Ha existido un culto imperial (Arahitogami) que considera al emperador como sumo sacerdote mediador entre los hombres y la divinidad, debido a sus cercanos lazos con los dioses japoneses (lazos de herencia). La violencia y las operaciones militares han sido considerados incompatibles con el papel del emperador al menos durante 14 siglos: por ello los monarcas japoneses no han actuado como comandantes militares, al contrario de lo habitual en Occidente. La principal función del emperador durante la mayor parte de los últimos mil años habitualmente ha sido la de simplemente autorizar u otorgar legitimidad a aquellos situados en el poder.
La residencia del emperador japonés es el Palacio de Kōkyo, localizado en el centro de Tokio, desde mediados del siglo XIX es la residencia oficial del Emperador. Anteriormente los emperadores residían en Kioto.
Bajo la Constitución moderna de Japón, el emperador se ha convertido en una figura ceremonial y titular del cargo de jefe de estado en una monarquía constitucional.
Ciertos datos y fechas referentes a la institución imperial son objeto de discusión entre los historiadores japoneses. Muchos emperadores citados en la lista de Emperadores de Japón murieron a una edad muy temprana y difícilmente se puede considerar que hubieran "gobernado" de verdad. Otros fueron eclipsados por sus predecesores, los cuales se habían retirado aparentemente a un monasterio pero continuaron ejerciendo su influencia, en un proceso llamado "reinado enclaustrado". De todos modos, es importante mantener la lista oficial entera, porque incluso hoy día la forma habitual de datación en la historia japonesa es por los reinados de los emperadores.
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